Un cuento de "Cuentos de Londres y otras historias"

08.01.2013 00:00

CONTAR HASTA DIEZ

           

 

 

Dobló por Leinster Terrace. Comenzó a bajar mirando al cielo, increíblemente claro y lejano. Las casas a ambos lados de la calle, blancas y elegantes, le miraban pasar según las rebasaba. El aire era templado y primaveral. No había comido nada en todo el día, y notaba las piernas pesar a cada zancada. Hambre, sed, cansancio, y tierra extraña. De buena gana se hubiese sentado en cualquiera de aquellos lugares y satisfecho sus necesidades, pero Alfredo era hombre muy exigente. No lo haría así como así. Husmeaba de un lado a otro, con urgencia y moderación al tiempo, las dos calles, aquellas tiendas de comestibles, sentarse, no sentarse, este, aquel,….

 

El aspecto de algún dependiente le echó atrás, se decidió y anuló su decisión al menos tres veces. Pero al ver el café, tan limpio y ordenado, con la luz tenue, amarilla, invitante al atardecer, entró sin más duda.

 

Lo primero fue intentar disimular la vergüenza, la evidencia. Había entrado con tanto arrebato y ansia, que jamás hubiese esperado encontrarla, y aunque así fuese no le habría servido de nada. Estas cosas pasan en la vida. En un instante estaba frente a frente con ella, y nada podría hacer ocultar que aquel rostro le gustaba, aun más, le ensimismaba, le volvía loco. Ella también estaba azorada a simple vista, pero tenían que mirarse, no había más remedio.

 

Una chica rubia, de mediana estatura, con un rostro aniñado y ojos azules, vestida de negro.

 

Pidió:

 

  • One baguette, please. Ham and brie, this…..

 

No le entendía. Lo intentó varias veces. Pensó que hablaba mal. No se le ocurrió ni por un instante que la que hablase mal fuese ella.

 

Después de interminables segundos, al fin entendió, tras señalarla: “this one”….y otra vez tuvo que mirarle. Esta vez ella. Porque jugaban a evitarse, los dos con la cara colorada, y movimientos torpes. El hablaba un inglés educado en exceso, y a ella parecía no disgustarle.

 

Todavía impresionado, con todas las emociones del día agolpadas, y tras pedir bebida (una coca-cola, ni se atrevió a pedir light, o diet, ni hablar), logró sentarse a duras penas. Sintió como le dolían todos los huesos al doblarse, y el inefable placer de hacerlo por fin.

 

Entonces pudo juzgar mejor. El local era definitivamente agradable, y la calle estaba desierta. La primavera de Londres era benévola, y hacia una temperatura deliciosa.

 

Como siempre llevaba el pensamiento puesto, no pudo dejar de pensar:

 

“Qué hermosa es, qué hermosa, y yo, también le gusto, está nerviosa…….

 

Entró una pareja, y se sentó más adelante, pidieron té y muffins, mientras él esperaba…….La baguette debía ser caliente, y se la estaba preparando. Trajinaba tras la barra, de aquí para allá, y él sólo lograba verla cuando pasaba por aquel tercio de los comestibles.

 

“¿De dónde será?............”

 

Era una mujer, y una mujer de gran belleza, de gestos y ademanes pausados y en exceso sigilosos, pero el rostro era el de una niña, parecía asustada u obediente.

 

Jugaron a mirar no mirarse y se cruzaron dos veces, con la consiguiente vergüenza mutua. Luego se atrevió a mirarla más,y ella le sostuvo la mirada, sin un gesto, pero con admiración en los ojos. Ella lo recogió.

 

Al fin estaba la baguette, pero antes le preparó la mesa con todo cuidado. Servilleta, cubiertos, bebida, el bocadillo, con alguna guarnición, todo se lo trajo ella, y parecía que quisiera hacerlo. Alfredo no estaba acostumbrado.

 

Engulló con placer el brie y el jamón, bebió casi sin enterarse el refresco, quedó con hambre. Le pidió un mufin y voló del lugar tras depositarle una postrera sonrisa y una fórmula de cortesía.

 

Justo al salir observó que un tipo salía del fondo de la barra, y le susurraba algo muy cerca, reía, parecía burlarse, pero ella no mudó el gestó. Le pareció escuchar: “so polite, so close”………

 

Voló a su habitación, rondando el gran parque, saludó rápido a los del bar, y se fue derecho a su cámara, abrió y cerró rápido y se tumbó en la cama a pensar.

 

Desde su habitación veía, a través de los visillos, las ventanas de unos apartamentos para turistas de fin de semana, la luz de siempre estaba encendida, el farol estaba quieto y la tarde se dormía, lentamente.

 

Tenía su rostro clavado en el alma. Intentaba sacárselo de encima. No podía. “No es el momento –pensaba-, ni el lugar, ni la ocasión ni nada. No puedo hacer esto. “Es infantil”. Y la frase se quedó flotando en el cuarto. “Infantil……infantil….infantil”.

 

Irina le besaba una y otra vez, por todas partes, y le acariciaba el cabello, mientras le decía tiernas frases que él no comprendía. Sentada en la cama le miraba desde arriba, él se ahogaba en sus ojos como lagos gemelos, destilando esa paz inaudita, esa quietud que Dios sabe de dónde saldría, de dónde la sacaba, se dejaba hacer…. Y a cada frase, a a cada palabra, se iba alejando, él la asía en vano de las ropas, del abrigo, se alejaba, lanzandole besos al aire, cerrando casi los ojos de ternura, esgrimiendo sin duda algun imponderable, Irina………Sintió un escalofrío, y en un respingo se dio cuenta de que era ya de noche….La habitación estaba a oscuras y se había enfriado….Dormía encima de la cama, y estaba helado. ¿Por qué Irina? ¿De dónde salió ese nombre?

 

Juntó resolución y salió a la calle. Para sumar algo más de “acumulado” entró en The Mitre, y apuró un escocés de un sablazo. Iba rumiando….”No tiene sentido…Es absurdo….Me va a costar caro…Qué estoy haciendo….Y por qué….No debo…..No tengo…¿Y qué le digo? Por Dios, es una estupidez…..Ya no tengo edad…….

 

Caminó otra vez hasta Craven y se paró frente al café, intentando escudriñar el interior. Sí, estaba ahí. Iba de un lado a otro, como hacía algunas horas, y con la misma calma. ¿Irina? ¡Qué estupidez! Estoy a punto de…..

 

Como por un resorte, cruzó la calle, entró y volvió a ocupar la misma mesa de antes, esta vez no pidió nada. Esperó. Ella sin duda hacía algo dentro. No había nadie. El hombre que dijo las últimas palabras tampoco parecía estar……..Pasaron varios minutos y no sabía qué hacer. De pronto surgió su rostro en el hueco de la barra, se asomó y le vio, pintó una sonrisa leve, y volvió a desaparecer.

 

Un minuto más y ya estaba allí otra vez. Algo le había cambiado en el rostro, pero no sabía qué. Sonreía.

 

-Hello again…..

-Hello…

- What….

- May I ask you a question?

- (vacilando ligeramente)…. Sure

- Would you like to drink anything with me after….?

………………………………….

  • Perhaps I wouldn´t….I hope not……(Perhaps you…)
  • OK…
  • ¿Yes?
  • Yes (graciosamente, entonando hacia arriba la respuesta)….

 

Lo dijo como concediendo una plaza, y él aceptó encantado.

 

 

Amar a Anna era sencillo. Era sencillo hablar con ella, escucharla, mirar su rostro tan dulce, era sencillo abrazarla, besarla, quererla, adorarla. Estar. Todo era sencillo con ella, tranquilo, ligero.

 

Otra cosa era intentar adivinar sus silencios, sus escapadas, su sempiterna tristeza, su conformidad. Fui adivinando, en pequeñas dosis.

 

La fui queriendo, también poco a poco, intentando que no se me desbocase el alma por alguno de esos gestos de escandalosa armonía y belleza.

 

Me hice el listo y el calmo, el muchachote y el valiente. No soy valiente. Pero puedo ofrecer el pecho a cualquier ganapán a cambio de nada. O de todo.

 

 

Su belleza era tan grande que debía tener trampa y a las dos o tres semanas de estar juntos, una tarde me pidió que no volviésemos a vernos. Que la dejase, que me fuese. Que no la esperara más, que no preguntara más, que no más, todo.

 

Lo más gracioso es que a modo de explicación (o algo así) me dijo que es que a Hakim (el dueño del café, aquel que le había susurrado algo el primer día) no le gustaba.

 

No le gustaba qué, qué no tebía que gustarle a ese mendrugo, quién era ese Hakim, que se creía que,…y por qué ella………….

 

Todo se disolvió rápidamente, como una pastilla, con esa respuesta, esa respuesta en mi cerebro agotado.

 

  • Tiene mi pasaporte.

 

Fue como decir: aquí se acabó todo. Esto es lo que yo no quería oir. Esto era lo que yo quería / no quería adivinar, o no sé qué coño……Esa era la trampa y el final, los silencios, todo. Hakim. El pasaporte. Su carita de ángel rodando por la pendiente. Mi cara de imbécil en el espejo de la habitación, después de despedirme de ella sin despedirme, después de que saliese corriendo al aire de mis cinco mil preguntas, todas seguidas, todas en el aire, todas sin responder, todas tras esa falda que corría y ondeaba en el cielo gris, de la estación cambiada, del país equivocado, del tiempo equivocado, de los sucesos que nunca jamás debieron suceder, de todo el terror de mi niña, adivinado, no, confirmado ahora en sus ojos, esos ojos quietos, esos lagos gemelos, que ni se sabe cómo podían conservar aun la calma después de lo que habrían visto, después de lo que habrían tenido que soportar…………

 

Tuve que parar todas aquellas imaginaciones y los whiskies recientes salieron con una ráfaga dura de vómito que estropeó toda la alfombrilla beige del baño: parar, parar aquello, parar de pensar, imposible, sí, parar, no, mi niña, no, por Dios, qué putada, qué putada, sí encima decir esto, qué horror…Yo no sé nada, tal vez no….No te engañes, gilipollas,….pobrecita mía, claro, está claro….esto es…….Qué horror, no….qué horror…Nooooooo

 

Salí corriendo y volví al Gupta. Estaba lleno. La vi junto a Selkan y al hermano. Entré sin pensar. Todo lo hice sin pensar, qué puedo decir. Ni siquiera sabía si…..Creo que empuje a alguno de sus sillas. Si recuerdo el cristal del mostrador hacerse añicos, el estruendo, y el espejo del fondo, y la cara del hermano desorbitada y la cara de Selkan llena de sangre por todas partes, un sudor frío, un grito que también me hizo daño a mí, agarrarla del brazo, y correr, correr, correr…………..

 

Sólo luego, en la habitación, el dolor en el costado, de algo que el otro sin duda me había lanzado antes de salir, o qué sé yo,….el llanto de ella, las lágrimas por su rostro tan precioso, su lenguaje extraño, las repeticiones (siruska…o mariuska o qué se yo,..), Anna doblándose una y otra vez, besándome por todas partes, y tal vez, tal vez, todo hubiese sido mejor para ella, y para mi, a esos dos que se pudran, pero sí, tal vez, pobrecita mía, qué idiota,…la denuncia….ya nada va a servir de nada….Yo también tengo un buen fajín colorado aquí abajo…..Mientras se me nubla la vista, contemplando a mi ángel, pienso, tal vez hubiera sido mejor contar hasta diez.

 

 

 

 

 

(De “CUENTOS DE LONDRES y OTRAS HISTORIAS”, inscrito en el  R.P.I.)


 

 

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