ARTÍCULOS. CIEN DE LITERATURA. ANTOINE DE SAINT EXÚPERY.

20.02.2013 13:20

ANTOINE DE SAINT- EXUPÉRY

 

Comienzo esta serie con uno de los personajes que más cariño han despertado en mí siempre a lo largo de mi vida como lector: Saint-Exupéry, el gran escritor francés, nacido en 1900, en Lyon. Mi relación con él es antigua, si bien apenas recuerdo la primera de las muchas veces que leí su “pequeño príncipe”. Pero nunca he olvidado las palabras iniciales, de uno u otro modo, en la referencia a lo mucho que perciben los niños –ese mundo increíble de la infancia-, y lo poco o nada que suelen hacerlo cuando son mayores, y suelen perder mayoritariamente el sentido de lo esencial en la existencia.

 

 

                        “A LEÓN WERTH

 

            Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona grande. Tengo una seria excusa: esta persona grande es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona grande puede comprender todo; hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona grande vive en Francia, donde tiene hambre y frío. Tiene verdadera necesidad de consuelo. Si todas estas excusas no fueran suficientes, quiero dedicar este libro al niño que esta persona grande fue en otro tiempo. Todas las personas grandes han sido niños antes. (Pero pocas lo recuerdan.) Corrijo, pues, mi dedicatoria:

 

                        A LEÓN WERTH

                        CUANDO ERA NIÑO “

 

Esta es, a mi juicio, probablemente, una de las mejores dedicatorias que se pueden imaginar. Sólo estaría a su altura, se me ocurre, de otra forma, la maravillosa declaración vital de Boris Vian, al comienzo de “La espuma de los días”, que de alguna manera, retoma o remeda Woody Allen en la inolvidable Manhattan, tumbado en un sofá, cuando dice, los ojos de Tracy …………(Pero esta es otra historia)……

 

 

El libro en sí, “El principito”, como se dice en español acertadamente, es una joya infrecuente. Mucha gente sabe lo difícil que es escribir un libro para niños. El, Lewis Carroll, y dos más. Que además el tal libro para niños, sirva, como “Alicia…” también para adultos, o que, mejor, sirva para lacerar sus malas costumbres y sus fallas, su ceguera y su insoportable necedad y sopor, es algo sin duda colosal. Dice el príncipe Exupéry que “lo esencial es invisible a los ojos”. Cuántas veces lo recuerda uno cuando toca vivir épocas sandias, sin lustre y sin corazón alguno. Además lo dibuja. Sus imágenes, casi tan célebres como sus palabras: el príncipe, el elefante dentro de la boa, el asteroide, los baobabs, el desierto,…

 

“Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres”.

 

Escribe como los ángeles, con un estilo distraido, del que no dice nada contundente, y, en cambio, va depositando, frases enormes sobre los grandes temas del ser. Emplea la ironía, en el sentido de restar importancia a cuanto dice, como para no creérselo demasiado. Bueno, esto por aquí, esto por allá –parece decir-, pero en realidad no os lo creáis demasiado: no es importante. Y sí lo es, vaya si lo es. No sólo en el “pequeño príncipe”.

 

“El hombre, para serlo, necesita un proceso previo, en cada campo, para limar imperfecciones. El molde nuevo es el verdadero hombre sin confusiones”.

 

Frases de un libro de aviones, sobre aviones.

 

Antoine era piloto, y ésta era su gran pasión: volar y escribir. Viajó desde las alturas por medio mundo, Africa, Sudamérica, Europa,…como piloto comercial, en carreras y, finalmente, como piloto de guerra en la Segunda Guerra Mundial. Cuando recorre el globo desde las alturas, va registrando experiencias que narra después, en obras como “Vuelo Nocturno” (1931), en las que su visión “aérea” privilegiada, sigue incidiendo en esas dos constantes magníficas, la ironía sobre lo cotidiano y su transfiguración posterior en algo eterno, inevitable, ante lo que apenas resta poesía y aceptación.

 

El inexorable desgaste del tiempo en el hombre….

 

“Hubiera aceptado esa aldea minúscula, luego de escoger se conforma uno con el azar de la propia existencia e incluso puede amarla”.

 

No puede borrar su afán por transformar la realidad, por percibir, por crear, por poetizar, por eternizar…

 

“La aldea subía hacia la tripulación, abriéndose”.

 

Y aunque trate de engañarse

 

“Envejecía, sí en la sola acción no hallaba ya su sustento”.

 

Manda la vieja con su guadaña, pero mientras tanto, el afán por “animar” la vida…

 

“Uno de los cometidos que Dios dio a los hombres fue el de encontrar la música verdadera de las cosas, la que sonaba cuando ellos aun no existían, cuando todo pertenecía al azar”.

 

El sentido común, la claridad ante los conflictos, la honestidad, como su coetáneo, Albert Camus….

 

“La experiencia es quien nos dará las leyes –respondía-; el conocimiento de las leyes no precede jamás a la experiencia”.

 

A menudo la vida se aparece como un viaje confuso, y nuestros trabajos parecen no tener sentido alguno……..

 

“Pues ni la acción ni la felicidad individual admiten particiones: están en conflicto”.

 

Cuando todo está rodeado de absurdo……….

 

“Lo que vos perseguís en vos mismo muere”.

 

Uno busca toda salvación en alguna forma de trascendencia, de permanencia, de eternidad que no duela…..

 

“El radio fiaba todas sus esperanzas en el piloto, y le privaba, con su inhibición, de las posibilidades mutuas para salvarse”.

 

Pero……….

 

“No pedimos ser eternos; pedimos tan solo no ver que los actos y las cosas pierden de repente su sentido. El vacío que nos envuelve, se hace entonces patente…”.

 

Y cuando el “vacio nos envuelva”……..

 

“El objetivo, tal vez, nada justifica, pero la acción libera de la muerte. Esos hombres perduraban a causa de su navío”.

 

La muerte, el amor, la inmortalidad. Siempre vivió su imagen rodeada de un halo de misterio, por su pasión por volar, por su escritura desenfadada y su ansia de infinito, también por la forma de su muerte. De las formas de la muerte nos habló inefablemente Rilke en sus “Apuntes de Malte Laurids Brigge”, y de entre todas esas formas, la desaparición es una verdadera metáfora con que cerrar tal existencia. Antoine de Saint- Exupéry, partió de una base militar en Córcega el 31 de Julio de 1944, y no se volvió a saber de él. Al igual que el asesinato de Federico García Lorca cortó, de forma violenta y escabrosa una existencia llena de prodigio (que veremos en otro apartado), una acción de guerra, un derribo o un accidente, acabaron con la del gran creador de “El principito”.

 

Siempre me obsesionaron esos finales, o el accidente de automóvil de Camus, o la muerte anunciada de César Vallejo.

 

“La paralización que sólo permite el desastre”.

 

En el caso de Exupéry, algo se añadió, para cerrar el misterio con ironía y algo más: tras muchos años de búsqueda, en el año 2000, entre clase y clase, pude leer un recorte en el periódico:

 

“Hallado el avión de Saint-Exúpery en el fondo del mar, cerca de la isla de Mallorca: una de las claves para reconocerlo fue el hallazgo de una pulsera, que el aviador llevaba siempre en su muñeca, con el nombre de su esposa, española, Consuelo”.

 

Pero claro, que se podía esperar, sino esto. Decía el principito que cuando estaba muy triste, nada le alegraba más el corazón que las puestas de sol. Sin embargo, “cuando es mediodía en Estados Unidos, se pone el sol en Francia”. Y uno sólo puede contemplar este espectáculo una vez al día. No es suficiente. A menos que uno viva en el planeta del pequeño príncipe, y entonces, sólo con girar la silla, puede gustarlo cuantas veces quiera……..

 

“Un día, vi ponerse el sol cuarenta y tres veces”.

 

Eso, o que uno se llame Antoine de Saint-Exupéry, naturalmente.


 

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